Muro Je t'aime

Muro Je t'aime

lunes, 28 de abril de 2014

Verborrea Nocturna

Este es (casi) el único caso en que he escrito algo de manera (casi) automática, del tirón. Es uno de mis poemas preferidos, espero que os guste.

Verborrea Nocturna

Me ha invadido ese típico momento
en el que algo desde dentro
exige salir, y llama la atención,
si no es por las buenas, tocando a muerto.
Si miento
que me parta un rayo.
Maldita sea la lluvia de mayo
que me pone a secar al baño maría
los sueños que día a día
me roían
las ratas.
Y que por una o dos erratas
suspendiera el examen de celos
al compás de un par chelos
y un piano consentido...
"Tiene sentido" -
pienso mientras miro una nube,
que si bien tuve, retuve.
Y es que claro,
ante la noche y su amparo,
los errores son más,
pero menos graves,
porque donde unos labios son la clave,
una sonrisa, la perdición;
la cual siempre me pilla a traición
y con un pérfido "¿tienes fuego?"
me convierte en pan para hoy
lo que será hambre para luego.
Y sigue el juego,
que nunca doy abasto:
si me cago en la sota de bastos,
la cosa pinta en copas.
Ahora bien,
cuando escasea la ropa,
hace su agosto el amor.
Y no es mal sabor
el de las hojas del otoño
tapizándome el suelo de El Buen Retiro
cuando me tiene a tiro
la lluvia
mientras reto al ángel caído.

sábado, 26 de abril de 2014

La oscuridad

Hoy te has manchado , tu mirada huele a estiércol  y tus manos están tristes : ¿ Lo arreglamos?



jueves, 17 de abril de 2014

XXXVIII

Esto surgió a raíz de escribir un poema, releerlo y decidir que cada vez me convencía menos. Lo desmonté, eliminé por allí, reciclé por allá y salió esto. Para no variar,respeto la rima, pero no la métrica. Espero que os guste.

XXXVIII

Nunca es tarde para seguir soñando,
pintando noches en technicolor
en las que le descosía una sonrisa o dos
cuando todos los gatos eran pardos.

Harto de encaramarme a su boca para luego no saber bajar,
me dedico a mal honrar su memoria gritando:
"¡Ya solo recurro al whisky de vez en cuando
jugando a los dados con cuchillas de afeitar!"

Cada vez más ella, cada vez menos yo,
arrieros fuimos y, en el camino, sepulcros de besos,
volver a pintarla con un suspiro blasfemo
y seguirla al infierno, de donde llegó.

A corazones, como a cojones, es mejor echarle un par,
demostrar a la luna que también sabíamos sembrar pecados,
que elegimos carne en lugar de escoger pescado,
que nunca nos olvidaremos de soñar.

Sin título. Sandra Barrera Martín

¿Que por qué no tiene título este soneto? Pues porque lo inspiró una noche "intitulable", lo inspiró una noche de esas que te marcan de por vida, una noche de la que necesitaba dejar constancia... sin embargo, no hallo título que pueda englobar tantos sentimientos y recuerdos enlatados. 

Ven, déjame enseñarte la poesía
de amar dejando atrás toda frontera
que vede ser febril enredadera,
salaz descubridora de tu hombría.

Déjame terminar con la sequía
de incandescente frenesí, espera
voraz mi lengua de versada fiera
indómita impregnada en ambrosía.

Seamos insensatos y blasfemos,
pequemos con los actos más lascivos,
que al salir de las sábanas seremos

dos dementes amantes fugitivos
jugando al veo-veo con extremos.

de morderme los ayes más furtivos.

Sandra Barrera Martín


El súper hombre

"Vive de manera tal que desees vivir nuevamente, ¡Tú, vivirás otra vez!." Nietzsche

*Instrucciones de uso del contenido : No lean el siguiente texto, sin escuchar antes la canción que comparto más abajo. 

La maté , no pude resistirlo . No soy esa clase de personas que escriben historias para reinventar al ser humano . Más bien escribo mi cuento con errores gordos y en mayúsculas, odio aquello con lo que los griegos crearon toda su maraña literaria ; el sino . Pienso que es mejor cagarla hasta el fondo , que dejar que el sol salga por la esquina equivocada. Elegir uno mismo
¿Saben a lo que me refiero?
No sé , el porvenir no es muy atractivo¿No?Después de todo, uno se inclina por la chica rubia que no conoce a Woody Allen y que bebe cerveza con limón para impresionar. Porque digámoslo así , la peliroja de pecas infinitas es demasiado lista , demasiado interesante , demasiado responsable , es demasiado perfecta para contaminarla de realidad. Y quién sabe , puede que terminara siendo otro jodido fracaso más en la lista de mujeres , y que no fuese tan guapa después de las 5 , incluso que me pidiera sexo cuando quisiera darle amor . No sé , es posible que entre las dos opciones una , tenga ese encanto seductor con pinta de no agotarse nunca y la otra parezca comida para pobres . Sin embargo , nadie puede negar que la rubia y la peliroja tienen morbo , tienen sus posibilidades , tienen sus consecuencias ... ¿ Lo ven? Esto es a lo que llamo yo , joder al sino . El puto clímax de la peli , que es al fin y al cabo por lo que la gente va al cine. 
"Dame errores gordos , y te daré una gran historia" parece una cita célebre , pero les aseguro que me la acabo de inventar . 
Bueno , y ahora es cuándo alguien me para y me pregunta por el final . Siendo fiel a mi confesión del principio ( ya saben que no soy precisamente, un romántico) voy a joderles la historia . Y bien...¡Escogí a la rubia! . Y me salió muy bien . 

Me gasté todo el dinero ahorrado de niño , comí en los mejores restaurantes de Madrid , salí , bailé , me emborraché , hicimos "el amor" , era bonita incluso con la resaca entre las sábanas.No tenía ni idea de cine , ni de música , más bien dejaba que yo hablara siempre ; lo que me hacía sentir sabio y poderoso . Tenía  ese caminar que muchos consideramos las piernas del infierno , un buen culo y gusto con el pintalabios. 
¿Buscamos un "Pero"? 

El "pero..." , se llama : la vida honrada , adiós al narcotráfico. 

Siempre jodiendo el destino , el sino , o lo que cojones sea ... Todos elegimos la vida que nunca debió ser nuestra , porque el placer de ser quién quieres ser es mucho mejor que abandonarse a lo que te conviene. Y así decidí que la rubia debía morir. Volver al amor puritano y sin sobresaltos con una peliroja cualquiera , que me quisiera y envejeciera conmigo sin que le importara que se lo hiciera como un semental . Porque eso es el amor , ¿ No? . El amor propio . Pensar que todo lo bueno te pertenece , porque estabas destinado a ello . Por eso no creo en el romanticismo , creo en la suerte ; algunos la tienen y otros no . Yo soy de los que nacieron con una flor en el culo , a pesar de alimentarme de comida basura. 

En el fondo , salir de la mierda es como chuparse el dedo ; irresistible , económico y para toda la familia. 

Pero háganme caso en una cosa : Primero, la rubia . 





miércoles, 16 de abril de 2014

No sé quién eres

—¿Qué es el alma? —la pregunta me pilló por sorpresa.

Había vuelto a poner esa cara que la alejaba tanto de mí. Sus ojos se perdían en el inmenso azul, mientras las olas lamían sus tobillos. No supe qué contestarle, pero estaba segura de que tampoco esperaba que lo hiciera.
Había sido así desde siempre, desde pequeñas. Ella se perdía en sus reflexiones, en un lugar inaccesible para mí y de pronto me hacía una pregunta extraña a la que yo jamás respondía. Aún la recuerdo perdida en el bosque, cuando no levantábamos más de un palmo del suelo. Nos habíamos ido a pasear por el jardín de atrás y al encontrar la verja abierta, habíamos decidido extender nuestra excursión al bosque. Empezamos a correr y correr entre los árboles, lanzándonos embrujos y maldiciones hasta que empezamos a no ver bien. La tarde había ido avanzando y el sol se había ido escondiendo tras las encinas, mientras nosotras nos divertíamos. Tratamos de volver a casa pero nos habíamos adentrado tanto en la espesura que el camino no se veía bien. Después de un largo rato sin hablar, ella se sentó entre las raíces de un gran árbol.

—Estoy cansada —me miraba—. ¿Podemos dormir un poquito?

Siempre me preguntaba como si yo tuviera todas las respuestas. A veces me enfadaba con ella por eso, me molestaba que se burlara de mí, porque las dos sabíamos que ella era la más inteligente de nosotras.
Nos acurrucamos entre las raíces, ella sentada con la espalda apoyada en el grueso tronco y yo apoyando mi cabeza en su pecho. Me rodeó, como solía hacer, con un brazo para darme calor y me quedé dormida. Cuando desperté, aún era noche cerrada, pero ella no había cerrado los ojos. Los clavó en mí y murmuró:

—Algún día moriremos ¿no?


A la mañana siguiente nos encontraron entre las raíces de ese mismo árbol y todo volvió a la normalidad, pero aquella primera pregunta se me quedó grabada a fuego.

domingo, 13 de abril de 2014

Poema sin título 1

Traigo un poema que escribí hace mucho, sin embargo es de esos que, vaya usted a saber por qué, le coges cariño y te resistes a concluirlo, pero te das cuenta de que cuanto más lo intentas alargar, más lo jodes, así que recientemente decidí que se quedaba como estaba. Como soy contrario a la opinión de asociar poesía exclusivamente a lo trascendental, lo profundo, etc, opté por un tono irreverente y un estilo desenfadado. Aún no tiene nombre (creo que voy por el cuarto poema sin nombre >_<).


Poema sin título

Igual que para un beso te escribo una canción,
te escribo en un post-it “Tonto el que lo lea”,
me cansé de echar piedras al tejado del amor,
me zafé de altos vuelos y me casé con la fea.

Que la nena es experta en llamar la atención,
como buena mujer que es, mi niña jalea.
Ya lo dijo Harrison: “Aquí llega el sol
y yo nunca hago ascos a una buena pelea:

Que el ring de batalla sea siempre un colchón,
la banda sonora jadeos y apneas,
quemar telarañas en cada rincón
y no dejar nunca subir la marea.

Velitas y vino, langosta para cenar
y bajo la mesa jueguecitos de manos,
besos, mordiscos, brindar con champán
y antes de las doce te he salido rano.

Para que no te vayas me pongo a cantar,
y no canto bien, pero hablo bien cuando canto,
y ahora compitamos para demostrar
que en asuntos de amor, ninguno es un santo.

Menos onanismo y más vida social,
que los dictadores sean derrotados,
que tenga buen ojo, más que el huracán,
que todos los coitos sean acabados.

Tú diste una orden, yo la espalda al mar,
y para hacer tiempo liberé a los esclavos,
tu cuerpo serrano, que no falte el pan
y dame a probar que compartir es de hermanos.

La tragedia de Robert Dickinson

Cuando trabajaba en una academia dando clase de lengua, un día me encontré con que necesitaba urgentemente un texto literario para que analizaran mis alumnos y no tenía ninguno a mano, así que decidí improvisarlo. Para mi sorpresa, me gustó y a ellos también, así que decidí conservarlo. Espero que os guste.

La tragedia de Robert Dickinson
Era una noche sombría y escalofriante. Las luces de las farolas emitían un fulgor amarillento que acentuaba la sensación que desde hacía unos minutos atenazaba el pecho de Robert Dickinson.
De manera automática, casi inconsciente, mantenía una aceleración cada vez mayor en el ritmo de sus pasos. Temía por su vida, y no sin razón. Se había situado sin pretenderlo en el centro de un conflicto de nivel internacional, convirtiéndose en un simple peón a merced de las intempestivas acciones de los contendientes.
Apenas a un kilómetro de su piso de alquiler encontró lo que parecía una prueba evidente de que le seguían: dos hombres, uno a cada lado de la calzada, lo observaban con atención y sin disimulo. Vestían de manera similar, con prendas en esencia oscuras, ocultas bajo un gabán igualmente sombrío.

Tristemente, hemos de avisar al lector de que lo sucedido a continuación no trascenderá más allá de la más simple y gratuita violencia. Solo referiremos que del desgraciado Dickinson a penas quedo algo reconocible. Inocentemente llamado a prestar declaración en un juicio, terminó sus días en un triste callejón londinense; indocumentado y sin posibilidad de identificación, fue tomado por víctima de una pelea callejera y sepultado como “Desconocido”.

sábado, 12 de abril de 2014

En des(me)dida. Sandra Barrera Martín.

Bueno, pues por fin me animo a publicar. Aquí os dejo un poema que he escrito recientemente. Debo decir que me gusta y suelo escribir con más métrica y estructura, pero últimamente me hallo un poco "desestructurada" sentimentalmente y es inevitable que se refleje en mis versos. En mis publicaciones seguramente también deje alguna muestra de mis dibujos, son mi otra forma de expresarme y soltar lo que llevo dentro, espero que os gusten. 


Niego cualquier vestigio de afecto

mientras lío entre mis piernas
esta certeza masoquista
de que nunca voy a cansarme 
de tu respiración agitada,
de tu saliva urgente,
de tu sudor agridulce
sobre mi vientre rijoso.
Habitan en mí
resignaciones autoimpuestas.
Hacer el amor
(contigo o sin ti)
siempre me entusiasma,
me concede tiempo 
para no pensar (nos),

para no tener que confesar (te/me)

que (te) quiero cada día 

un poco más,
que no sé cómo medir
este querer en desmedida,
ni cómo desmedirlo
sin hacer (me) más heridas.



Sandra Barrera Martín


Inspiración terrorífica


Para que esto no decaiga pongo otra publicación. Este relato lo mandé al concurso Madterrorfest, de entre todos los enviados realizaron una publicación con los 80 mejores entre los que se incluyó el mío. Espero que os guste.

Inspiración terrorífica.

            Cuando abrió los ojos estaba sentado frente a una mesa. El tablero era blanco y las patas que lo sostenían de un frío color metálico. Con los ojos entreabiertos observó la habitación. Las paredes, blancas como las nubes, y el suelo, de azulejos tan limpios que se veía reflejado en ellos. Uno de los lados de la habitación mostraba un aspecto distinto. Frente a él había una ventana de vidrio negro. Aquella ventana le observaba, sin vacilar, examinando cada uno de sus gestos, analizando cada respiración y cada espiración; cada reflejo en el reluciente suelo, cada movimiento.
            Adam estaba muy cansado y no podía moverse. Solo haber abierto sus ojos había sido un esfuerzo titánico, reconocer todo lo que le rodeaba, colosal, e intentar mantenerse despierto, ya era demasiado. Se miró a sí mismo, estaba vestido con una camisa y unos pantalones tan blancos que parecían recién estrenados. –“Vaya sorpresa”- pensó irónicamente. Sus párpados pesaban demasiado y los cerró una vez… dos… tres…
            Un fuerte golpe le sobresaltó haciendo que abriera sus ojos de golpe, esperando encontrar cualquier cosa. Al abrirlos vio a otro hombre. Estaba sentado frente a él y le observaba. Sus ojos eran azules y fríos; su pelo rubio, repeinado hacia atrás, remarcaba aún más sus rasgos afilados. Aquel rostro era puntiagudo como un cuchillo, preparado para clavar su fría mirada que asomaba bajo unas cejas fruncidas.
            -Adam, Adam…- Dijo el hombre tranquilamente. poseía una voz peculiar. Adam creía haberla oído antes en algún lugar.
            -¿Cómo se encuentra?- La pregunta resonó en sus oídos. Adam intentó sostenerle la mirada aunque fuese un instante, sin éxito.
            -Muy cansado, ¿Qué hago aquí?, ¿Quién es usted?-
            El interlocutor sonrió y se recostó en la silla sin apartar la mirada.
            -Debería saber quién soy, y también por qué está usted aquí.- El gesto del hombre había cambiado. Parecía decir que Adam le debía algo solo con la expresión de su cara.
            -Pues no sé nada, así que dígamelo usted.- A estas palabras las siguió una breve sonrisa de su interlocutor.
            -Siempre tan directo cuando te sientes amenazado. Eres muy previsible, aunque eso te hace ser quien eres, lo que no tiene nada de malo.- El hombre se levantó de la silla y comenzó a pasearse por la sala.
            Adam observó la ventana. Era oscura, tan oscura que parecía más un hueco al vacío que una ventana. Aquello era una sala de interrogatorios. Se acababa de percatar, pero, ¿qué hacía él allí?
            -Tranquilícese, no hay nadie al otro lado de la ventana, o al menos no de momento.-
            -La verdad, no me fío ni lo más mínimo de usted, así que no me diga si hay gente o no, su opinión me es indiferente- El hombre comenzó a reír copiosamente y, apoyando los codos sobre la mesa, volvió a fijar los ojos en su objetivo.
            -Que desafiante. Su personalidad es fascinante. Bueno será mejor que empecemos.- Adam no lo demostraba, pero sentía miedo.
            El interrogador salió y volvió a entrar con una carpeta repleta de papeles que desplegó sobre la mesa.
            -Usted es escritor y profesor ¿me equivoco?-
            -Sí, lo soy- Quería parecer desafiante, pero su propia voz le sonaba frágil.
            -Sin embargo, esta primera ocupación que he mencionado ha pasado a un segundo plano por lo que parece.- Adam pensó inmediatamente en la gente de la editorial. ¿Le habían secuestrado?, aquello era imposible, pero no había otra opción más lógica.
            -Si es usted de la editorial no tengo nada más que decirles, dijimos tres libros y les di tres libros.-
            El misterioso rubio mantenía su mirada analizadora. Aquella mirada era capaz de atravesar sus pensamientos. Adam sentía que ese hombre podía saber lo que él pensaba solo con mirarle. 
            -No soy editor, usted y yo tenemos un pacto. Un contrato con muchísima más importancia que cualquiera que se pueda firmar en un papel. Nuestro contrato, es incluso existencial.-
            Adam dejó de pensar inmediatamente en la editorial. Aquel hombre estaba loco. Quizá se trataba de alguno de los muchos lectores de sus novelas. Uno que había perdido la razón lo suficiente como para secuestrarle. El interrogador se encorvó hasta que sus rostros quedaron a pocos centímetros. Una maliciosa sonrisa de oreja a oreja delató unos dientes tan blancos como las paredes y el suelo, perfectamente alineados. Adam intentó apartarse, pero era incapaz de mover su cuerpo.
                 -Tiene miedo Adam, lo veo.-
            -¿Qué quiere de mí?, ¡dígamelo!- Su voz sonó como el murmullo de un niño asustado en una habitación oscura.
            -Que vuelva a llevar a cabo su función. Usted tiene un don, y lo está desaprovechando. Por eso estoy yo aquí, para asegurarme de que usted lo aprovecha, cumpliendo nuestro trato.-
            Adam trató de recordar, pero el rostro de aquel hombre se escapaba a sus esfuerzos.
            -Usted y yo no tenemos ningún trato, yo jamás le había visto antes.-
            -Se equivoca, usted me ha visto antes Adam, me conoce, igual que yo le conozco a usted.-
            -Usted no me conoce, puede haberme espiado, pero no me conoce.-
-Le conozco Adam. Lo sé todo sobre usted. Y, aunque no lo crea, usted lo sabe todo sobre mí.- El escritor temblaba mientras el misterioso hombre que lo sabía todo acerca de él lo miraba ansioso. Estaba tan cerca que Adam podía percibir el olor a menta de su aliento y el calor de sus espiraciones.
            Entonces le sostuvo la mirada un instante y no le hizo falta más. Charles Mayer. El interrogador se echó de nuevo hacia atrás y volvió a sentarse
            -Parece que ya me ha reconocido.- Dijo con una sonrisa.
            -Es imposible, usted no existe.-
            -Quizá no exista en el mundo real, pero existo en su mente. Ahora recuerda de lo que soy capaz.-
            Adam se envalentonó, aún no entendía todo, pero si parte.
             -No puedes hacer nada, no eres más que un asesino inventado para escribir una estúpida novela.-
            -No esté tan seguro. Recuerde todas aquellas cosas que escribió. Cómo torturé a esa joven, cómo asesiné a aquel detective... Creo recordar que usaste los más perversos recovecos de tu mente para escribir aquella escena, realmente brillante, conseguiste asustar a muchos lectores.-
             -No eres más que un personaje. No existes, no puedes dañarme.-
            -Ahora que sabe quién soy yo, quizá llegue a entender qué hacemos aquí.- Adam había perdido el miedo. Comprender algo de la situación le había renovado las fuerzas.
            -No entiendo qué hacemos aquí, ni siquiera sé cómo hemos llegado a este lugar.- Charles Mayer se arrellanó en la silla y resopló.
            -¿Sabe?, estoy harto, voy a acelerar un poco las cosas- El maníaco se levantó y salió por la puerta. Adam se quedó allí, inmóvil, esperando cualquier cosa. Charles Mayer no era más que un psicópata que había inventado para una novela, aún no se explicaba que ocurría, pero sabía que no podía hacerle daño.
            Unos golpes resonaron al otro lado de la puerta, acompañados de pasos y los llantos de una niña. La puerta se abrió lentamente. Susan, la hija de Adam, lloraba desconsolada mientras Charles la llevaba cogida por los hombros.
            -Di hola a papá Susan.- La sonrisa de Charles procedía de las más terribles pesadillas del escritor.
            -¡Susan!, ¡Suelta a mi hija cabrón!- Charles agarró por el pelo a la niña, que aumentó sus sollozos.
        -¡Cállate si quieres que viva!- El escritor intentaba moverse, pero era inútil, algo le oprimía y le mantenía inmóvil.
            Charles agarró a la niña de la cabeza y le colocó ambos pulgares sobre los párpados llorosos.
            -Sabes que va a ocurrir a continuación Adam, ¿quieres que ocurra?-
            Adam era incapaz de no llorar.
         -Por favor, deja en paz a mi hija, por favor…- El aterrorizado escritor notó como las lágrimas le mojaban las mejillas.
            Charles Mayer sonreía mientras agarraba a Susan.
            -Vuelve a escribir Adam. Vuelve a escribir o poblaré tus noches de las peores pesadillas que jamás hayas soñado. Verás a tu mujer descuartizada y a tu hija colgada de un árbol, ¡vuelve a escribir!- La voz del psicópata se alzó cuando sus pulgares se hundieron contra los párpados de Susan, reventando sus ojos.
            -¡NOOOOOOOOO!-.
            Adam se levantó temblando y sudoroso. Se había incorporado tan rápido que notó un ligero mareo. Su mujer, a su lado, dormía plácidamente. El escritor corrió a la habitación de su hija y abrió la puerta. Estaba dormida y arropada.
            Todo había sido una pesadilla… fue a la cocina, intentando no hacer ruido. Se preparó un café cargado y se dirigió a su despacho. Eran las cuatro de la mañana y el único ruido audible era el de sus tímidos pasos que hacían crujir el parqué de madera. Se sentó frente al ordenador…
            La mesa de trabajo estaba atestada de papeles. Pulsó el botón de encendido y la tenue luz de la pantalla alumbró el despacho. Cerró la puerta y volvió a sentarse. Preparado el ordenador, abrió el Word, y con la mano temblando bebió un amargo trago de café caliente. Se puso las gafas y mientras tecleaba vio aparecer las palabras en el blanco folio digital:
“El retorno de Charles Mayer…”

            

viernes, 11 de abril de 2014

Verso a verso

Bueno gente, ya me tocaba publicar a mí después de lo que he insistido a los demás. Dada la intención social del blog, me parece adecuado que mi primera entrada sea este poema que escribimos juntos Javi Rubio y yo alternando versos suyos y míos el miércoles durante XVII. Eran las 9, no seáis muy duros:


Verso a verso

Cuando inclina el sol sus manos
y las nubes escupen sus lágrimas
cesa el ocaso las páginas
y acallan las sombras sus pasos.
Respira el olmo cansado
recordando días mejores,
sonriendo inerte a las flores
junto a un caracol varado.
Araño el sueño que arde sin fuego
del que brotan pérfidos besos
sin nombre ni dueño
que exigen ser robados
de las garras de mis cicatrices
tras algún vidrio empañado.
Dime el nombre del silencio
con un alarido infame,
deja que la Muerte calle
como calla y muere el necio.

jueves, 10 de abril de 2014

La noche de George

Bueno. Aquí os pongo otro relato. Stephen King es uno de mis escritores favoritos y el género de terror me encanta. Espero que os guste este, lo escribí este invierno. Así mismo leyendo un libro que me dejó Susana leí esta definición y me pareció perfecta asi que decidí incluirla en el relato.

La noche de George
(…)El miedo (y hasta los hombres más arrojados pueden tener miedo) es algo espantoso, una sensación atroz, como una descomposición del alma, un espasmo tremendo del pensamiento y del corazón, cuyo simple recuerdo produce escalofríos de angustia.
El miedo, Guy de Maupassant.

No había nadie en aquella habitación, sin embargo sentía que no estaba solo. Sus ojos recorrieron una vez más la oscuridad en busca de aquella presencia no invitada que lo intranquilizaba. Nada, ni el más mínimo indicio aparte de su sensación. George tenía tan solo siete años, y una mente propensa a la imaginación y las pesadillas. <<Los monstruos no existen George, son solo inventos para dar miedo>> le decía su madre una y otra vez. Su padre era distinto, en vez de consolarle le reprendía. Si por algún motivo se acercaba a la cama de sus padres en mitad de la noche diciendo que tenía miedo, su padre se levantaba de la cama y le decía <<¡Vuelve ahora mismo a la cama!, ¡a dormir!>>, su madre trataba de tranquilizarle pero el resultado era siempre el mismo, volver a la cama. George había aprendido aquella lección, ir a la cama de sus padres en mitad de la noche cuando tenía miedo no servía para nada.
            El viento golpeaba las cortinas con fuertes soplidos. Éstas, por su parte, se limitaban a resistir las embestidas produciendo un sonido repetitivo e indiferente, ajenas a todo lo que pudiera pasar dentro de la habitación a la que protegían de la luz y el viento. Pero lo peor no eran las cortinas, eran los ruidos. Los ruidos inexplicables que ocurren en cualquier casa por la noche despertaban su imaginación. Al oírlos con los ojos cerrados, su mente proyectaba la imagen de un hombre putrefacto, sepultado entre los cimientos de la pared y arañando las vigas con sus uñas descarnadas. Sus ojos no tenían párpados, estaban abiertos e implacables transmitiendo agonía y miedo. Un miedo esencial, en su estado más puro.
            Cerró los ojos con fuerza y apartó esa imagen de su mente. De nuevo volvió a abrirlos para encontrarse de nuevo con el mismo cuadro negro. Conocía su habitación de memoria, cada pequeño recoveco desde el que un par de ojos podían estar al acecho. La cortina seguía meciéndose ante el furioso viento de la noche.
Una imagen distinta asomó al lienzo de su mente. Era el mismo cadáver que arañaba las paredes, pero esta vez había trepado la fachada y estaba allí, detrás de la cortina, golpeándola y arañándola, intentando entrar para hacerle daño. El corazón de George comenzó a latir peligrosamente rápido. Sus ojos estaban fijos en la cortina que se movía una y otra vez mientras el cadáver putrefacto sin párpados la golpeaba. Tragó saliva e hizo de nuevo el mismo esfuerzo para apartar el pensamiento. Esta vez le costó más pero funcionó.
            Mientras se iba relajando poco a poco, en su interior permanecía algo indescriptible que lo mantenía tenso. George se lo imaginaba como una bola negra en su estómago que iba rebotando de un lado para otro sembrando miedo. Al notarla, ya supo que esa noche le costaría dormir. ¿Qué podía hacer? Ir a ver a sus padres y que su padre gritara: << ¡George deja de decir estupideces, vete a dormir ahora mismo!, ¡a la cama! >>. Tenía miedo sí, pero aquello acabaría con la primera luz del día, el enfado de su padre duraría hasta la noche siguiente. Su madre trataría de consolarlo, pero le mandaría de nuevo a la cama. Como George debía aprender muchos años después, los padre deben formar un frente común.
            El tiempo pasaba lentamente y la sensación molesta no desaparecía. Su respiración entrecortada se aceleraba a ratos cuando surgían las imágenes aterradoras en su imaginación. Finalmente, en el momento álgido en el que parecía que no podría aguantar más, sintió como de golpe todo su cuerpo se relajaba. Las sábanas, remetidas por debajo del colchón para que no pasara el frío, se convirtieron en apretadas cadenas que le impedían sacar los brazos o siquiera moverse. Algo se avecinaba, lo llevaba sintiendo toda la noche, todas las noches de aquella semana, pero ahora era consciente. Sus pesados párpados se abrieron para vislumbrar la oscuridad que le rodeaba y fue entonces cuando oyó una voz. Era una voz normal, quizás algo seca, y en el momento le pareció incluso hasta cordial.
            -Hola George-. Su cuerpo trató de buscar el origen. ¿Quién estaba hablando?, ¿Quién estaba allí en la habitación con él?
            -No intentes moverte George, no lo conseguirás.- El armario que estaba a la derecha de su cama se abrió lentamente dejando entrever sus oscuras entrañas, sin embargo allí no parecía haber nada. Tras el sonido chirriante de la madera se oyó de nuevo aquella voz.
            -Sé que tienes miedo George, por eso estás oyéndome. Puedes hablar George, no tengas miedo.-
            El pequeño niño de siete años se había meado encima. Al darse cuenta de lo que estaba sucediendo recordó que sus padres dormían en la habitación contigua y gritó con todas sus fuerzas.
            -¡Mamáaaaaaaaaaaa…!-
            Su grito le pareció alto y claro, un sonido que se habría oído fácilmente en cualquier lugar de la casa e incluso del edificio. Pero de nuevo la voz tomó el turno de palabra con una potencia mucho más alta que cualquier grito. Esta vez era una voz infrahumana, que resonó por la habitación y caló en el alma del pequeño niño.
            -¡Deja de gritar George!, tus padres no pueden oírte. Ahora estás sólo conmigo.- George estaba hiperventilando. Sentía un ligero mareo que se acentuaba cada vez más. A lo largo de su muslo el pijama empapado de orina caliente empezaba a irritarle la piel. Se sentía desvanecer. Su mente, incapaz de encontrar una explicación, parecía hablar por sí sola, haciendo resonar las mismas palabras una y otra vez: <<Cuando la gente está muy asustada se desmaya, eso quiero yo, desmayarme y morir para que todo esto acabe>>. Del armario salió un ruido seco. Parecía el de un animal atrapado que luchaba por salir aún sabiendo que sus esfuerzos serían inútiles. George miraba fijamente el negro intenso del interior, quería ver qué era eso, saberlo no le ayudaría, pero su mente buscaba una explicación que el niño no deseaba comprender.
            De pronto notó como pequeños fragmentos de pared le caían contra la cara como la lluvia durante las tormentas. Se giró bruscamente y vio unos dedos huesudos y de uñas largas que escarbaban desde dentro de la pared hacia afuera, luchando por salir. Producían un sonido agudo y desagradable, al pequeño George le recordó al sonido que hacía una tiza chirriante contra la pizarra. Comenzó a gritar de nuevo, aunque sabía que sus gritos no servirían de nada. Las sábanas y el edredón estaban más tensos que nunca abrazándole tan fuerte que seguía sin poder mover su cuerpo a pesar de que utilizaba todas sus fuerzas. Un enorme trozo de pared cayó sobre la cama y una mano putrefacta llena de heridas y pústulas quedó liberada. Con una parsimonia peligrosa la mano liberada comenzó a arañar la pared que seguía derruyéndose lentamente dejando a la vista más y más de la otra mano que comenzaba a liberarse de su atadura de cemento. George solo podía observar y gritar.
            De ambos huecos de la pared salían ahora dos manos enteras con el yeso acumulado debajo de las uñas inertes. Ambas se retiraron y a través de uno de los huecos George le vio. Era un cadáver seco y decrépito. Sus horribles facciones se mostraban amorfas y retorcidas como una enredadera que se enrollara sobre sí misma. Fue entonces cuando un horrible ojo amarillo con una pupila tan negra como la noche asomó por el agujero y miró a George.
            -Te veo George, te veeeooooo…- La monstruosa voz lo estaba cantando y, aunque no le veía la cara, George supo que estaba sonriendo, anticipándose al delicioso bocado que le esperaba. Eso fue lo último que vio el pequeño antes de desmayarse.
            A la mañana siguiente el sol salió tan brillante que parecía apartar las nubes de tormenta de la noche anterior. George y Lisa King se levantaron a las nueve, como cada sábado. Pero aquel día habían planeado algo especial. Se llevarían a George al campo, a ver la nieve. Su pequeño hijo aún no tenía ni idea, pero ambos creían que le gustaría el plan y, de paso, que se cansaría, lo que le vendría bien para dormir. Las últimas semanas George había estado pasando mucho miedo por las noches. Cuando Lisa le había comentado el problema a su marido este le había respondido: << Qué más da Lisa. Es un niño. Los niños siempre pasan miedo y hay que enseñarles a dominarlo. ¿Qué mejor manera de dominar el miedo que enfrentándose a él?, si aprende que noche tras noche no ocurre nada en su habitación dejará de tener miedo>>. Lisa encontró el argumento razonable y no hizo nada. El joven matrimonio se duchó, se vistió y sacó la ropa de abrigo y las botas para ir al campo. Todo estaba listo, ahora solo quedaba darle la sorpresa.
            Con una sonrisa en el rostro ambos cónyuges se dirigieron al dormitorio de su pequeño hijo y abrieron la puerta. George dormía plácidamente. A Lisa le encantaba ver dormir a su hijo. La hacía sentirse madre, la protectora de su pequeño. George padre se acercó a la cama de su hijo y, besándole en la frente le dijo: -Despierta hijo, tu madre y yo venimos a darte una sorpresa-.
            Cuando el pequeño volvió a abrir los ojos, creyó por un momento que había muerto y que aquello era el cielo. ¿Qué había ocurrido anoche?. Recordaba imágenes horribles en diferentes partes de su habitación, pero nada concreto. Sobre todo recordaba una sensación, miedo, mucho miedo. La persiana estaba subida y no hacía ruido; el armario estaba cerrado y no surgía ningún grito monstruoso, y lo más importante; la pared estaba perfectamente. Allí no había ocurrido nada. Todo había sido un mal sueño que le había parecido muy vivido, nada más. Entonces vio a su padre. –Hijo, mamá y yo hemos pensado que nos vamos a ir a dar una vuelta por el campo, ¿qué te parece?. Puedes llevarte tu trineo y tirarte por las pendientes y también podemos hacer una guerra de bolas de nieve, lo que tú quieras.-
            ¡El campo con nieve! A George le encantaba. Una sonrisa asomó a su rostro. Ya se había olvidado de todo lo que había soñado la noche anterior. ¿Qué más daba eso ahora? Se iba a la nieve. Entusiasmado George abrazó a su padre gritando -¡Sí!, ¡sí!, ¡sí!...- mientras Lisa miraba a sus dos hombres de la casa con una sonrisa en el rostro. La familia King se preparó para ir al campo y, cinco minutos después de que llegara la asistenta, se habían marchado para pasar un día a lo grande.
            -Haga usted la habitación de George y luego limpie un poco el salón Flor, no se preocupe demasiado y márchese pronto que seguro que tiene cosas mejores que hacer que estar limpiando por aquí- Le dijo Lisa King a su asistenta.

La mujer sudamericana con una sonrisa en el rostro le respondió: -Como usted quiera señora, pasen un gran día-. Flor comenzó la faena. Lo primero que haría sería hacerle la cama al pequeño George. Quitó las sábanas y el edredón y el intenso olor a orina no le impresionó. Según le había dicho Lisa, George estaba pasando malas noches y desde que ella iba a limpiar a la casa de los King (desde hacía más o menos 2 años) George solía mojar la cama al menos una vez por semana. Que las sábanas estuvieran manchadas no era lo extraño. Lo extraño fue que, al retirar la sábana, miles de pequeños fragmentos de pared cayeron al suelo. Flor los recogió y miró la pared. No parecía que hubiese ningún agujero. Apartó la cama en busca del lugar de donde habían salido aquellos diminutos trozos y encontró un minúsculo agujero en cuyo interior solo se vislumbraban tinieblas. Cuando Flor miró por el agujero creyó oír una risa cruel.  

miércoles, 9 de abril de 2014

Dieta Mediterránea

¿Por qué las cosas que saben a tortilla de patata , se acaban pronto?
Creo que la única vez que no me importó ser gorda , fue cuando decidí quererte. Mi corazón era pura grasa comestible , creo que podía olerse aceite de torrijas en mis pensamientos , de aquí a Vietnam. El mercado gastronómico donde vender ternura cayó en desgracia pronto , a veces me pregunto porqué la oferta y la demanda son hermanas gemelas ; yo sigo cocinando a fuego lento mi tortilla de patata aún cuando no hay invitados en la casa. 
Todo sería más fácil si las relaciones nacieran en alguna cocina ; besarnos con el amor rebozado en harina y despedirnos para siempre con algo en el estómago. Me enseñaron a terminar entero el plato , por todos los que no comen : ¿ Saben que existe pan sin amor , pero no existe el amor si no hay pan ? Lo que ocurre es que no pensamos en ello.  Pero no se hagan los locos , lo conocen igual que yo a ese que piensa mucho , muchísimo en el hambre y nos está jodiendo a muchos dejándonos sin corazón . Nos come vivos sin permiso y luego se va corriendo a llenar otras neveras con grapas de humo. Y ahora es cuando me pregunto yo : ¿ Qué tiene ella que no tenga yo?  Ella, querida chef ... es delgada . 

La suerte se reserva para los que no comen tortilla de patata , y no quieren inflarse a bollos de amor. Como casi todas las cosas de este mundo que no conozco : Vísteme despacio que tengo prisa . 

P.D: El abuelo me está diciendo que a los chicos les gusta donde agarrar . Así que todo lo anterior quémenlo. ¡¡A la mierda la dieta amorosa!! Lo que dice el abuelo va a misa ; a toda cocina . 


No lo harás

La noche nos dejó solos, tú y yo en la oscuridad hablándole a la pared. Pobrecilla, la de cosas que le habría gustado decirnos. Si se lo hubieran permitido, nos habría advertido de que jugábamos a un juego demasiado peligroso, caminando por el borde de un volcán tan seguros de que no caeríamos... Supongo que de todos modos nos daba igual, porque los sueños, esperanzas y pasiones pugnaban por salir atropelladamente de nuestros labios para desenmascarar  nuestro yo más profundo. Necesitábamos entendernos.
Supe todo de ti en lo que me pareció un instante y tú de mí. Nos comprendimos. Conectamos. Pensé que al amanecer se rompería el hechizo, te irías y todo volvería a la normalidad, pero no fue así. Permaneciste allí tumbado, tan cerca y a la vez tan lejos, con los ojos casi cerrados y luchando con tu cansancio solo por descubrir más cosas de mí, quizás porque tú también temías que solo hubiera sido un sueño, hermoso, pero un sueño al fin y al cabo.
En cierto modo los dos pensábamos que no estaba del todo bien, que lo que hacíamos podía resultar fatal, pero ya no había vuelta atrás. Nos vimos empujados a una espiral de atracción, chocando y separándonos con violencia. Tú me lo dijiste, yo te lo dije, pero no había necesidad: ambos sabíamos que algo había cambiado entre nosotros, en nosotros.

«Mirarte a los ojos y tal vez recordarte que antes de rendirnos, fuimos eternos»
“Bueno, muchacha, sabes que esto se acaba aquí, ¿no?”
Y se alejó despacio, firme y seguro, sin mirar ni una vez atrás. Me quedé observando cómo se marchaba, esperando que se volviera una sola vez, que se arrepintiera y regresara conmigo, pero no lo hizo.
Cuando llegué al final de las escaleras sentí que algo se había roto dentro de mí, algo importante y valioso. Seguía viendo su figura en mi memoria; su espalda, tan firme, cubierta por la sudadera blanca; sus brazos, que tanto calor y protección me habían regalado; con las manos en los bolsillos, una manos cuya suavidad al tocarme tanto me había sorprendido; sus pantalones anchos…
Nunca me besó. No lo hizo aunque tuvo la oportunidad. Deseaba tanto probar esos labios que me habían conquistado con palabras… Pero nunca sucedió y ahora ya es tarde. El momento pasó.
Le dije que en sus brazos estaba segura y protegida. Aún siento su calor junto a mí y algo en mi pecho se rompe de nuevo en mil pedazos cuando pienso en lo que pudo ser y no fue. A veces siento que me faltó valor, que me asustaba lo que él representaba: la libertad y la pasión en estado puro. Contaba con que mantuviera su palabra y se quedara a mi lado por muy egoísta que me sintiera por ello. Recuerdo sus ojos, tus ojos. Tu sonrisa que parecía decir que te reías de mí.
El momento ha pasado ya. Aunque quisiera rectificar, siento tu mano en la mía que me dice que ya es demasiado tarde. 
Aún no sé si te hablaré la próxima vez, porque siento que debe ser así, que si depende de ti, no lo harás.

Sobre paseos bajo la lluvia

Bueno esto es algo que escribí hace ya algún tiempecito. No es tan literario como los de los demás pero a mi me gustó cuando lo escribí y espero que a vosotros también.

Sobre paseos bajo la lluvia.
                El día había sido agotador y no tenía ganas de continuar. Clase tras clase de absurdos principios abstractos habían logrado que creciera en mi estómago un agrio malestar, acrecentado por el cielo gris y la escasa luz natural. ¿Qué estoy haciendo?. Una pregunta simple sin una respuesta tranquilizadora, o que lograse disolver aquella agria sensación acumulada en mi interior.
Tumbado en la cama dejé pasar el tiempo mientras mi mente vagaba en tristes cavilaciones persiguiendo un mejor estado de ánimo, sin éxito. La sensación me apretaba, quería salir de mí, como si intentase ser vomitada. En esta tesitura, decidí dar un paseo con la idea de que un poco del aire fresco otoñal, combinado con la distracción de andar, me ayudasen a pasar aquel mal día.
Al bajar de mi casa y salir a la calle la repugnante sensación creció aún más. las nubes, grises casi negras, anunciaban una lluvia próxima, y privaba a mi paseo de los últimos rayos de sol. Después de mirar al cielo, mi cansada vista se posó sobre mi calle, alumbrada solo por charcos de luz proyectados desde las farolas. Aquella era una luz triste y amarilla, una luz apagada. El mundo entero parecía haberse cubierto con un manto de tristeza y amargura, frío y viento, gris y negro.  
Mis pies echaron a andar solos sobre los adoquines mientras mi mente se trasladaba a recuerdos de tiempos más felices, ahora teñidos del color de la nostalgia y la añoranza. Las pocas veces que levantaba la cabeza veía los coches oscuros pasar a toda velocidad, como si una gota de luz de aquellas farolas de mi calle atravesara la densa atmósfera negra.
Caminé durante mucho tiempo. Mis pasos me llevaron a calles que apenas conocía y nunca transitaba. Tratando de olvidar mis penurias, observé con atención las fachadas y terrazas, encontrando pequeños rincones que parecían alejados de la sensación que me abrumaba. Había espaciosas terrazas que asomaban a la calle las plantas depositadas en un tiesto; había pequeñas ventanas a través de las cuales se vislumbraba una pequeña lámpara estrellando su luz contra las cortinas; había buhardillas que podían ser el perfecto nido para una pesadilla… era tan diferente y homogéneo a la vez. Todo teñido por el mismo cuadro de fondo irradiando sus tristes sensaciones.
Mientras caminaba a solas con mis pasos, me sorprendió comenzar a escuchar otro sonido. Era un repiqueteo constante que pronto comenzó a hacerse visible mediante finas gotas de lluvia caídas desde las nubes. Me puse la capucha y continué el paseo. Toda la gente alrededor, que iba atareada de un lugar a otro, añadió más nerviosismo a sus habituales prisas. Vi a una mujer que, tapándose la cabeza con el bolso, echaba a correr calle abajo. Cruzándose con ella, un hombre alto y trajeado abrió un paraguas tan negro como mis pensamientos para protegerse del aguacero. Yo no podía evitar que el agua me empapara, y siendo sincero, lo consideraba adecuado.
La lluvia dio otro matiz al cuadro. El toque definitivo. Sentí la humedad en mi piel, y el olor me lleno los pulmones con un poder revitalizador. Ya no iba con la cabeza agachada. Quería ver aquel constante movimiento, esa caída sin freno. Cientos de miles de pequeñas gotas caían como minúsculas pinceladas para acabar el cuadro de las sensaciones.
¡Qué majestuosidad!. El fenómeno, tan corriente e incluso molesto para otros, había despertado algo en mi interior. Era una medicina para el alma cuyo efecto disminuía poco a poco la creciente enfermedad que se había elevado desde mi estómago.

Han sido muchos los días que esta enfermedad me ha atormentado. Para mí es un dolor transparente, la duda de saber si estoy haciendo lo correcto, o si, simplemente, sé lo que estoy haciendo. Quizás no sepa que estoy haciendo, pero si sé sobre paseos bajo la lluvia. 

martes, 8 de abril de 2014

Guárdate

Yo, nada merece mayor ataque. El yo es para ti, no para los demás. Abandona tus pretensiones egocéntricas. Poeta, no queremos saber de ti, ni de tu vida. Habla del mundo, de nuestro mundo.

Poeta, cuenta, di, expón, mas no ocultes. Haz de tu instrumento algo útil, no un mero juego. Tu arte es arte pero no te eleves demasiado, tu obra no viene de musas sino del polvo. Déjate de abstracciones, toca y escribe, mira y compón. ¿Crees que acaso llegarás a algo? ¿Piensas ser agradable? Mantente en tu cajón. Saca el mundo al mundo, mete al yo en ti. Guárdate, no salgas del perímetro de tu mesa, no oses mostrarte.

Pero hazlo, hazte letra, subsiste en el papel. Mantén un mínimo de tu esencia, no te dejes desaparecer para que, después, te encuentren. Para que después existas, para que seas.

Credo descompuesto

Contando al dios de las horas el negocio de perderse , sembrar olvido en cada gesto importante . Ya nos llevamos la lluvia en versiones de besos , para reír nos queda el chocolate ; la vieja cocina que contamina la vida . Apresurarnos al amor , bailar por doquier por cada No a quien querer. Oda al negro , que las rosas de jardín aprenden el carmín , saben a tinta , escriben textos , bailan dolor , porque nada es demasiado poco cuando te queda juventud y sabor a ingenuo . Desnudos ante el infierno caminamos , el vicio de ser buenos se nos gasta , más bebemos de la poesía porque no queremos remedio .
Los ángeles ven la televisión mientras las lentejas de domingo se cuecen con nostalgia ; días ausentes , días de medias rotas y mirada de ayer rompen a reír.

 
¡¿Cuánto más se necesita para ser Dios?¡









miércoles, 2 de abril de 2014

Primeros pasos

Pues tras el lavado de cara, esta es la pinta de nuestro blog.
Poneos en contacto conmigo para que os pueda ir añadiendo.
Por supuesto, cualquier cosa que queráis cambiar o sugerir, decidlo (mi sentido de la estética es nefasto), ya sea estético, de diseño, de las posibilidades que ofrecen los márgenes del blog... ¿sobra algo? ¿falta? ¿sí pero no, quizá cambiándolo un poco...? Pues hablad ahora o... o... hablad cuando os apetezca, qué narices, va a venir el imbécil este a deciros cuando podéis hablar y cuando no... tse.

En fin, lo ideal sería que os fueseis apuntando al blog con la opción del margen izquierdo y contactéis conmigo por Facebook, Whatsapp, etc para poder daros privilegios de administrador y que tengáis total autoridad sobre el blog. Necesitareis (creo) algún tipo de cuenta de Google, (lo más fácil es que tengáis un correo de Gmail).
Por descontado, cualquier duda que tengáis de cómo funciona esto, podéis preguntarme a mí o a cualquier compañero que pilote del tema.

Por último, ¿se os ocurre alguna descripción para el blog? Sería un texto o imagen que iría debajo de la Cabecera del blog. ¡Animaos a sugerir!