Muro Je t'aime

Muro Je t'aime

miércoles, 9 de abril de 2014

Dieta Mediterránea

¿Por qué las cosas que saben a tortilla de patata , se acaban pronto?
Creo que la única vez que no me importó ser gorda , fue cuando decidí quererte. Mi corazón era pura grasa comestible , creo que podía olerse aceite de torrijas en mis pensamientos , de aquí a Vietnam. El mercado gastronómico donde vender ternura cayó en desgracia pronto , a veces me pregunto porqué la oferta y la demanda son hermanas gemelas ; yo sigo cocinando a fuego lento mi tortilla de patata aún cuando no hay invitados en la casa. 
Todo sería más fácil si las relaciones nacieran en alguna cocina ; besarnos con el amor rebozado en harina y despedirnos para siempre con algo en el estómago. Me enseñaron a terminar entero el plato , por todos los que no comen : ¿ Saben que existe pan sin amor , pero no existe el amor si no hay pan ? Lo que ocurre es que no pensamos en ello.  Pero no se hagan los locos , lo conocen igual que yo a ese que piensa mucho , muchísimo en el hambre y nos está jodiendo a muchos dejándonos sin corazón . Nos come vivos sin permiso y luego se va corriendo a llenar otras neveras con grapas de humo. Y ahora es cuando me pregunto yo : ¿ Qué tiene ella que no tenga yo?  Ella, querida chef ... es delgada . 

La suerte se reserva para los que no comen tortilla de patata , y no quieren inflarse a bollos de amor. Como casi todas las cosas de este mundo que no conozco : Vísteme despacio que tengo prisa . 

P.D: El abuelo me está diciendo que a los chicos les gusta donde agarrar . Así que todo lo anterior quémenlo. ¡¡A la mierda la dieta amorosa!! Lo que dice el abuelo va a misa ; a toda cocina . 


No lo harás

La noche nos dejó solos, tú y yo en la oscuridad hablándole a la pared. Pobrecilla, la de cosas que le habría gustado decirnos. Si se lo hubieran permitido, nos habría advertido de que jugábamos a un juego demasiado peligroso, caminando por el borde de un volcán tan seguros de que no caeríamos... Supongo que de todos modos nos daba igual, porque los sueños, esperanzas y pasiones pugnaban por salir atropelladamente de nuestros labios para desenmascarar  nuestro yo más profundo. Necesitábamos entendernos.
Supe todo de ti en lo que me pareció un instante y tú de mí. Nos comprendimos. Conectamos. Pensé que al amanecer se rompería el hechizo, te irías y todo volvería a la normalidad, pero no fue así. Permaneciste allí tumbado, tan cerca y a la vez tan lejos, con los ojos casi cerrados y luchando con tu cansancio solo por descubrir más cosas de mí, quizás porque tú también temías que solo hubiera sido un sueño, hermoso, pero un sueño al fin y al cabo.
En cierto modo los dos pensábamos que no estaba del todo bien, que lo que hacíamos podía resultar fatal, pero ya no había vuelta atrás. Nos vimos empujados a una espiral de atracción, chocando y separándonos con violencia. Tú me lo dijiste, yo te lo dije, pero no había necesidad: ambos sabíamos que algo había cambiado entre nosotros, en nosotros.

«Mirarte a los ojos y tal vez recordarte que antes de rendirnos, fuimos eternos»
“Bueno, muchacha, sabes que esto se acaba aquí, ¿no?”
Y se alejó despacio, firme y seguro, sin mirar ni una vez atrás. Me quedé observando cómo se marchaba, esperando que se volviera una sola vez, que se arrepintiera y regresara conmigo, pero no lo hizo.
Cuando llegué al final de las escaleras sentí que algo se había roto dentro de mí, algo importante y valioso. Seguía viendo su figura en mi memoria; su espalda, tan firme, cubierta por la sudadera blanca; sus brazos, que tanto calor y protección me habían regalado; con las manos en los bolsillos, una manos cuya suavidad al tocarme tanto me había sorprendido; sus pantalones anchos…
Nunca me besó. No lo hizo aunque tuvo la oportunidad. Deseaba tanto probar esos labios que me habían conquistado con palabras… Pero nunca sucedió y ahora ya es tarde. El momento pasó.
Le dije que en sus brazos estaba segura y protegida. Aún siento su calor junto a mí y algo en mi pecho se rompe de nuevo en mil pedazos cuando pienso en lo que pudo ser y no fue. A veces siento que me faltó valor, que me asustaba lo que él representaba: la libertad y la pasión en estado puro. Contaba con que mantuviera su palabra y se quedara a mi lado por muy egoísta que me sintiera por ello. Recuerdo sus ojos, tus ojos. Tu sonrisa que parecía decir que te reías de mí.
El momento ha pasado ya. Aunque quisiera rectificar, siento tu mano en la mía que me dice que ya es demasiado tarde. 
Aún no sé si te hablaré la próxima vez, porque siento que debe ser así, que si depende de ti, no lo harás.

Sobre paseos bajo la lluvia

Bueno esto es algo que escribí hace ya algún tiempecito. No es tan literario como los de los demás pero a mi me gustó cuando lo escribí y espero que a vosotros también.

Sobre paseos bajo la lluvia.
                El día había sido agotador y no tenía ganas de continuar. Clase tras clase de absurdos principios abstractos habían logrado que creciera en mi estómago un agrio malestar, acrecentado por el cielo gris y la escasa luz natural. ¿Qué estoy haciendo?. Una pregunta simple sin una respuesta tranquilizadora, o que lograse disolver aquella agria sensación acumulada en mi interior.
Tumbado en la cama dejé pasar el tiempo mientras mi mente vagaba en tristes cavilaciones persiguiendo un mejor estado de ánimo, sin éxito. La sensación me apretaba, quería salir de mí, como si intentase ser vomitada. En esta tesitura, decidí dar un paseo con la idea de que un poco del aire fresco otoñal, combinado con la distracción de andar, me ayudasen a pasar aquel mal día.
Al bajar de mi casa y salir a la calle la repugnante sensación creció aún más. las nubes, grises casi negras, anunciaban una lluvia próxima, y privaba a mi paseo de los últimos rayos de sol. Después de mirar al cielo, mi cansada vista se posó sobre mi calle, alumbrada solo por charcos de luz proyectados desde las farolas. Aquella era una luz triste y amarilla, una luz apagada. El mundo entero parecía haberse cubierto con un manto de tristeza y amargura, frío y viento, gris y negro.  
Mis pies echaron a andar solos sobre los adoquines mientras mi mente se trasladaba a recuerdos de tiempos más felices, ahora teñidos del color de la nostalgia y la añoranza. Las pocas veces que levantaba la cabeza veía los coches oscuros pasar a toda velocidad, como si una gota de luz de aquellas farolas de mi calle atravesara la densa atmósfera negra.
Caminé durante mucho tiempo. Mis pasos me llevaron a calles que apenas conocía y nunca transitaba. Tratando de olvidar mis penurias, observé con atención las fachadas y terrazas, encontrando pequeños rincones que parecían alejados de la sensación que me abrumaba. Había espaciosas terrazas que asomaban a la calle las plantas depositadas en un tiesto; había pequeñas ventanas a través de las cuales se vislumbraba una pequeña lámpara estrellando su luz contra las cortinas; había buhardillas que podían ser el perfecto nido para una pesadilla… era tan diferente y homogéneo a la vez. Todo teñido por el mismo cuadro de fondo irradiando sus tristes sensaciones.
Mientras caminaba a solas con mis pasos, me sorprendió comenzar a escuchar otro sonido. Era un repiqueteo constante que pronto comenzó a hacerse visible mediante finas gotas de lluvia caídas desde las nubes. Me puse la capucha y continué el paseo. Toda la gente alrededor, que iba atareada de un lugar a otro, añadió más nerviosismo a sus habituales prisas. Vi a una mujer que, tapándose la cabeza con el bolso, echaba a correr calle abajo. Cruzándose con ella, un hombre alto y trajeado abrió un paraguas tan negro como mis pensamientos para protegerse del aguacero. Yo no podía evitar que el agua me empapara, y siendo sincero, lo consideraba adecuado.
La lluvia dio otro matiz al cuadro. El toque definitivo. Sentí la humedad en mi piel, y el olor me lleno los pulmones con un poder revitalizador. Ya no iba con la cabeza agachada. Quería ver aquel constante movimiento, esa caída sin freno. Cientos de miles de pequeñas gotas caían como minúsculas pinceladas para acabar el cuadro de las sensaciones.
¡Qué majestuosidad!. El fenómeno, tan corriente e incluso molesto para otros, había despertado algo en mi interior. Era una medicina para el alma cuyo efecto disminuía poco a poco la creciente enfermedad que se había elevado desde mi estómago.

Han sido muchos los días que esta enfermedad me ha atormentado. Para mí es un dolor transparente, la duda de saber si estoy haciendo lo correcto, o si, simplemente, sé lo que estoy haciendo. Quizás no sepa que estoy haciendo, pero si sé sobre paseos bajo la lluvia. 

martes, 8 de abril de 2014

Guárdate

Yo, nada merece mayor ataque. El yo es para ti, no para los demás. Abandona tus pretensiones egocéntricas. Poeta, no queremos saber de ti, ni de tu vida. Habla del mundo, de nuestro mundo.

Poeta, cuenta, di, expón, mas no ocultes. Haz de tu instrumento algo útil, no un mero juego. Tu arte es arte pero no te eleves demasiado, tu obra no viene de musas sino del polvo. Déjate de abstracciones, toca y escribe, mira y compón. ¿Crees que acaso llegarás a algo? ¿Piensas ser agradable? Mantente en tu cajón. Saca el mundo al mundo, mete al yo en ti. Guárdate, no salgas del perímetro de tu mesa, no oses mostrarte.

Pero hazlo, hazte letra, subsiste en el papel. Mantén un mínimo de tu esencia, no te dejes desaparecer para que, después, te encuentren. Para que después existas, para que seas.

Credo descompuesto

Contando al dios de las horas el negocio de perderse , sembrar olvido en cada gesto importante . Ya nos llevamos la lluvia en versiones de besos , para reír nos queda el chocolate ; la vieja cocina que contamina la vida . Apresurarnos al amor , bailar por doquier por cada No a quien querer. Oda al negro , que las rosas de jardín aprenden el carmín , saben a tinta , escriben textos , bailan dolor , porque nada es demasiado poco cuando te queda juventud y sabor a ingenuo . Desnudos ante el infierno caminamos , el vicio de ser buenos se nos gasta , más bebemos de la poesía porque no queremos remedio .
Los ángeles ven la televisión mientras las lentejas de domingo se cuecen con nostalgia ; días ausentes , días de medias rotas y mirada de ayer rompen a reír.

 
¡¿Cuánto más se necesita para ser Dios?¡